Son muchos los proyectos misioneros y solidarios que realizan las Hermanas Mercedarias de la Caridad, congregación fundada en 1878 por el religioso español Juan Nepomuceno Zegrí. Su labor la desarrollan a lo largo de todo el planeta tratando de mejorar la calidad de vida de los que más lo necesitan. Entre estos territorios, se encuentra la denominada provincia Isabel Lete, en Asia, que recibe su nombre en honor la hermana mercedaria del mismo nombre.
Principalmente en India, aunque también en Filipinas, cuentan con diversos proyectos, entre los que destacan el de apoyo al dispensario médico, ofreciendo servicios de atención y primeros auxilios. También cuentan con un programa de becas escolares, de modo que promocionan la educación superior de chicas de la zona de Sadayampalayam, colaborando en su desarrollo personal y profesional. Su objetivo es que la educación les permita los conocimientos y las aptitudes necesarias para adoptar formas de vida más saludables y asumir un papel más activo en la toma de decisiones que les van a afectar en su futuro. Una labor, la educativa, que llevan a cabo con los más pequeños mediante clases de tutoría y refuerzo escolar, salas de estudio con material adecuados, clases de dibujos y pintura e informática a nivel básico.
En Filipinas, la comunidad de las hermanas está inserta en un barrio muy pobre en Camarín, Colocan. La mayoría de sus habitantes carecen de lo necesario para vivir dignamente. La tasa de desempleo es muy alta, a lo que se suma que las familias son muy numerosas y en muchos casos viven en condiciones infrahumanas.
Los sectores que más sufren son los niños, los jóvenes y ancianos, muchos de ellos viven en condiciones muy precarias. Aunque tienen acceso a la escuela pública no tienen los materiales escolares necesarios para su rendimiento académico. Las hermanas acompañan y colaboran en el dispensario médico con los medios necesarios, brindando a las familias algunos programas de alimentación nutricional para los niños y personas mayores. Asimismo, colaboran en el programa parroquial antidroga.
La comunidad de las hermanas mercedarias, preocupada e inquieta por la realidad de pobreza en todo sentido de estos niños hace una propuesta de ayuda económica para remediar un poco la vida de estos niños. “Por lo que conocemos de ellos cada uno tiene una historia personal admirable y un cuadro familiar que requiere una pronta ayuda para motivarles a continuar sus estudios. Solas no podemos necesitamos de manos amigas que colaboren con nuestra misión aquí en Filipinas” afirman las hermanas, que añaden que “todo aporte es bienvenido y agradecido en nombre de estos pequeños que con gestos de humildad y sencillez tocan nuestra puerta continuamente porque quieren continuar su escolaridad”
Isabel Lete
Isabel Lete Landa nació en Osintxu (Guipuzcoa). Tras fallecer su madre a la edad de 5 años, unos familiares de la zona de Azpeitia se hicieron cargo de ella. Allí, entró a formar parte de la congregación de las Madres Mercedarias. En su infancia, marchó a vivir a Zumarraga y Madrid, en donde completó su formación al tiempo que trabajo con numerosos heridos de la Guerra Civil.
Posteriormente, fue llamada para trabajar en Eibar, en donde se contaba con un hospital, en las proximidades de las instalaciones de la Residencia San Andrés, para asistir a los enfermos tuberculosos.
Fue en Eibar, en donde prestó un intenso trabajo de apoyo a los enfermos que le supuso contraer incluso esta enfermedad, falleciendo a la corta edad de 28 años.
La Congregación de las Madres Mercedarias detalla que «Isabel Lete murió joven, muy joven, entregando lo mejor de sí misma a Jesucristo. La tuberculosis acabó con la belleza de su cuerpo, agrandando su belleza interior». «Sor Isabel Lete Landa, goza ya de la gloria del Padre y, como Santa Teresita del Niño Jesús, a quien imitaba, es testimonio de vida mística desde la espiritualidad de lo sencillo, lo pobre, lo humilde y lo que no tiene relevancia. Durante toda su vida fue tierra fértil que Cristo fecundó, porque se dejó encontrar por Él, amándole apasionadamente. Toda su vida fue testimonio de amor», añaden las madres mercedarias.