La misión principal de la Fundación Santa Marca, San Ramón y San Antonio, FUSARA, es de las más nobles y necesarias que se pueden desarrollar en los tiempos de las grandes urbes, los barrios con carencias, las masas sin empleo “recoger, sustentar y educar a menores de edad, preferentemente carentes de los medios económicos suficientes, y a su vez necesitados de un ambiente familiar. Subsidiariamente, la Fundación ostenta la titularidad de los Centros Escolares en los que se desarrollan las actividades fundacionales”. Dos colegios y dos residencias, algo más de mil niños, más de 100 de ellos residentes, atendidos por cerca de 150 trabajadores, con unos ratios educativos adecuados a los conciertos con la Comunidad de Madrid.
Cuando PwC realizó las auditorias de las 34 fundaciones que proporcionaron sus datos, de las 72 que tutela el Arzobispado de Madrid, hizo constar ítems como estos: “la Fundación Fusara actualmente no reporta información al Arzobispado”, “no dispone de una política de inversión específica; “las decisiones son llevadas a cabo por el Gerente de la Fundación” “la Fundación carece de normas de funcionamiento, protocolos internos y procedimientos de control. Tampoco cuenta con sistemas informáticos para la llevanza de la contabilidad”. Como se trataba de una situación extensible a muchas fundaciones, era necesario mejorar procedimientos y sistematizar el trabajo. La tarea de Delegado y Patronatos era inmensa.
Quizás por eso, por llevar “la cuenta de la vieja”, realizaba gastos que podemos de calificar de “simpáticos”; cómo calificar si no esos 120.000 euros – ciento veinte mil, como suena – empleados en la caritativa tarea de arreglar un piso de la calle de Barquillo, propiedad de la Fundación, para que vivieran cuatro curas. La pasión de los inquilinos de los edificios de FUSARA por vivir en el centro de la metrópoli a precios de ganga “y que pague los gastos la Fundación”, era para no parar de reír. A lo mejor de tanta carcajada alguno se ha quedado “in albis”.
El sueño de un pionero
Permítannos los lectores que califiquemos así al Delegado Episcopal de Fundaciones, un pionero que tuvo un sueño junto a otros miembros del Patronato. De una Fundación que disminuía a ojos vista su función social nació el proyecto de la “NUEVA SANTAMARCA: CIUDAD DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA”, nació primero en su mente, y después se impulsó entre los miembros del Patronato, que vieron en este proyecto el cumplimiento de los fines de la Fundación con más fuerza. Con los estudios de viabilidad y con las conversaciones celebradas entre los miembros del Patronato, se puso en marcha así la transformación de los activos FUSARA, que permitiría multiplicar por cuatro la protección social a los niños, actividad en la que podía necesitar apoyo la Comunidad de Madrid. El estudio, realizado por una Consultora de primer nivel, dio unos resultados concluyentes “Existe suficiente demanda no cubierta en el distrito de Vicálvaro como para asegurar la viabilidad durante los próximos 15 años de un centro que atienda a más de 2.000 alumnos, con 5 líneas desde Educación Infantil a Educación Secundaria Obligatoria y 4 líneas en Bachillerato.
Muy pronto el proyecto va tomando forma, se plantea que el complejo se cree mediante un consorcio, persona jurídico-pública, entre el Ayto. de Madrid - cesión del suelo,- la Comunidad de Madrid - demanda del centro educativo y de la residencia- y la Fundación - inversión, gestión y operación.- Se añade la Formación Profesional tanto básica como de grado medio y superior, los niños y jóvenes de 3 a 20 años de Vicálvaro y zonas próximas podrán completar sus estudios no universitarios en el nuevo complejo educativo de El Cañaveral; se busca sitio para la nueva residencia infantojuvenil, los chicos de 3 a 17 años en situación de precariedad podrán vivir en ella. Con los nuevos ciclos de Formación Profesional – se diseñan hasta seis ciclos de formación profesional básica, media y superior con especialidades de jardinería y floristería, informática y redes, comercio y publicidad, cuidados a personas dependientes y de auxiliar de enfermería, para dar respuesta práctica a demandas sociales y de fácil inserción, ya son 3.000 los muchachos que podrán desarrollarse como personas y como profesionales, con los recursos de FUSARA. Ellos no lo saben aún, pero en la mente y en la voluntad decidida de un pionero, apoyado por los miembros del Patronato, se ha fraguado un proyecto que es un orgullo para todos. El entusiasmo que genera hace que se multiplique, llegando a planearse que con el tiempo se pudiera crear un centro de educación superior, de Educación Universitaria para distintos grados y especializaciones de Ciencias de la Salud. La Institución quiere ofrecer prácticas en el nuevo complejo educativo y residencia y centros asistenciales cercanos. Y finalmente una Escuela de Artes Escénicas se sumaría al proyecto para despertar también las inteligencias corporales, espaciales y creativas. El nuevo Santamarca sería un Centro abierto a la comunidad. Al menos 350 empleos nuevos en una zona que los necesita.
Gracias, Carlota.
Un óleo de José Moreno Carbonero retrata a la condesa de pie, de cuerpo entero, en uno de los gabinetes de su palacete de la calle de Alcalá. Transcurre el año de 1908. Es una mujer madura, esbelta, de formas bien perfiladas, elegante, hermosa, la adornan corona, largos collares y un brazalete, no nos extraña que triunfara en los salones madrileños e internacionales de París a San Petersburgo. Pero hay en su rostro algo que la delata, una profunda sencillez, como una luz espiritual que refleja la serenidad y el equilibrio del que entiende que la vida es mejor si es mejor para todos. Es la mujer que hace muy pocos años ha tomado bajo su tutela a los 57 huérfanos de Alhama que el terremoto de Granada de 1884 dejó como cruel recuerdo.
Pero no hay mujer completa si el arte no entra por sus ojos y engrandece su espíritu. Su padre Bartolomé Santamarca creó una colección prodigiosa y doña Carlota la incrementó: de Francisco de Goya a Luca Giordano, José Moreno Carbonero, Ricardo de Madrazo, Dióscoro Teófilo de la Puebla, Antonio Gómez Cros, Bernardo López Piquer, un extraordinario recorrido de las escuelas española, italiana, flamenca y holandesa del barroco, hasta el romanticismo: pinturas, esculturas, muebles y otras piezas que resumen dos generaciones cultas y de su tiempo. Como era de esperar la bienhechora de los niños – dos “Goyas” magníficos reflejan su pasión por la infancia, “niños jugando a la guerra” y “niños peleando por castañas” – legó íntegra su colección de arte a la Fundación Asilo Santamarca, y el visionario de la “NUEVA SANTAMARCA: CIUDAD DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA”, también encontró espacio para ubicar en El Cañaveral un MUSEO SANTAMARCA que conserve y exhiba la colección para siempre. Un Centro lleno de arte que puedan visitar todas las niñas y todos los niños y jóvenes de los Centros Educativos existentes en la Comunidad de Madrid con el fin de que conozcan y disfruten el arte. Doña Carlota quería que las niñas amaran el arte y por esta razón inundó su orfanato de cuadros; al mismo tiempo este museo podría ayudar a generar y fondos para la obra social de la Fundación.
Este magnífico proyecto social se esfumó de un plumazo cuando el miedo escénico hizo mella en el responsable de haberlo impulsado. Leer falacias en el periódico le hizo temblar, y en apenas unos instantes se quedó IN ALBIS, se olvidó de FUSARA y sus objetivos, del nuevo proyecto que multiplicaba por cuatro la atención a los niños sin recursos, de los 4.000 niños y 350 empleos, y salvar su imagen se convirtió en su único argumento. Si la señora Carlota Santamarca pudiera verlo, esa mirada firme y decidida se nublaría de lágrimas. Ante tanta mediocridad no nos duelen prendas en reconocer la visión estratégica del Delegado Episcopal, auténtico heredero moral de la autora de una obra social tan maravillosa. Ha pasado un siglo pero lo merece, a sus pies, señora condesa.