Haremos una pausa navideña. Son días de amor, de reflexión, de expectativa, y la palabra del Papa, meditada y lúcida continúa iluminándonos “la crisis generalmente tiene un resultado positivo, mientras que el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes. La lógica del conflicto siempre busca “culpables” a quienes estigmatizar y despreciar y “justos” a quienes justificar, para introducir la conciencia —muchas veces mágica— de que esta o aquella situación no nos pertenece. Esta pérdida del sentido de pertenencia común favorece el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de “grupos cerrados” que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión”.
Sus palabras nos llenan de esperanza “la crisis es un fenómeno que afecta a todo y a todos. Está presente en todas partes y en todos los períodos de la historia, abarca las ideologías, la política, la economía, la tecnología, la ecología, la religión. Es una etapa obligatoria en la historia personal y social. Se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar. Como recuerda la raíz etimológica del verbo “krino: la crisis es esa criba que limpia el grano de trigo después de la cosecha”.
Signos de esperanza
Las palabras del Papa nos parecen dictadas desde la Sabiduría. Compartimos su criterio, en medio del conflicto uno cree estar solo, que nadie le entiende ni le escucha, pero no estamos solos, cada día son muchos los que al conocer la Verdad nos alientan, son gente silenciosa, que cumplen y escuchan y no se dejan influir por el ruido “aquí en la Curia hay muchos que dan testimonio con su trabajo humilde, discreto, silencioso, leal, profesional y honesto. Nuestra época también tiene sus problemas, pero también tiene el testimonio vivo del hecho de que el Señor no ha abandonado a su pueblo, con la única diferencia de que los problemas aparecen inmediatamente en los periódicos, en cambio los signos de esperanza son noticia sólo después de mucho tiempo, y no siempre”.
Cuanto nos gustaría que su palabra se colara por las rendijas de la conciencia, de aquellos que son responsables de la paz interior de la comunidad que rigen, y también de aquellos otros que ensoberbecidos de juventud y poder, - terrible triada poder, juventud y soberbia – no sopesan ni la legalidad ni la legitimidad de sus actos, pues “la Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza. La Iglesia es un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un Cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores. En efecto, de esta manera difundirá temor, se hará más rígida, menos sinodal, e impondrá una lógica uniforme y uniformadora, tan alejada de la riqueza y la pluralidad que el Espíritu ha dado a su Iglesia”. Termina el Papa “cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad”, y lanza una metáfora universal: “la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.” Que escuchen los justos y también los pecadores.
Dicotomía sobre el nacer
Agradecemos a Su Santidad la referencia al significado de “nacer” visto desde dos grandes filósofos del siglo que se fue, el maestro Heidegger y su discípula Hanna Arendt, unidos largo tiempo por el intelecto y por el amor. Para Heidegger “el hombre nace para ser arrojado a la muerte”. Para Arent “los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar”, y dice el Papa “es el misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret” que nos recuerda esta verdad luminosa “el milagro que salva al mundo, a la esfera de los asuntos humanos, de su ruina normal y “natural” es en último término el hecho de la natalidad”.
Las palabras de Su Santidad iban dirigidas hoy a la Curia, la administración vaticana en un sentido amplio, material y espiritual, pero nos han llegado al alma y nos han traído signos de esperanza. En la Iglesia, decenas de miles de mujeres y hombres se “parten el pecho” cada día llevando el Evangelio allí donde más se necesita, o recluidos en silencio dedican su vida a orar por los demás. Ese ejército vive en crisis pero sin conflictos, afrontan los problemas y luchan por resolverlos a la luz de la verdad, con los instrumentos de la razón, la ley y la caridad cristiana, en un ejercicio de convivencia mil veces repetido. Renazcamos en esta Navidad y afrontemos con verdad, ley, razón y caridad cristiana, los sinsabores y las satisfacciones de la vida