Entre las 72 fundaciones, canónicas y civiles, tuteladas por el Arzobispado de Madrid a mediados de esta década, había fundaciones, chiringuitos y taifas. Cada una por su lado, unas cumplían sus fines y obligaciones fundacionales e informaban al Arzobispado, otras simplemente actuaban por su cuenta, y algunas se habían convertido en fuente de pingues beneficios para sagas familiares y asimilados. Por eso, con prudencia, el cardenal Osoro autorizó un informe “Mejora del proceso de gestión de las fundaciones.” La consultora elegida, PricewaterhouseCoopers aconsejó a la Archidiócesis de Madrid crear un órgano de coordinación ante la falta de supervisión y controles internos homogéneos de sus fundaciones. Como se trata de un informe que conocen todas las fundaciones interesadas, bien podemos contar en palabras del auditor que “las fundaciones, tanto civiles como canónicas de la Archidiócesis de Madrid, carecen de mecanismos de coordinación y supervisión de sus funciones, manteniendo una gestión descentralizada de su actividad”, y añade “estas entidades carecen de procedimientos de control interno homogéneo y tampoco disponen de procedimientos globales de búsqueda de la eficiencia de costes, mediante la consolidación de volúmenes y la obtención de economías de escala. En las fundaciones tampoco existen mecanismos que garanticen la calidad de servicio de sus funciones y por tanto, no aseguran que la imagen proyectada por las mismas esté alineada con la Archidiócesis,” dicho en “román paladino, con el que suele el pueblo hablar con su vecino,” recordando a Gonzalo de Berceo: ni control, ni eficiencia, ni calidad de servicio, ni coordinación, ni dar cuenta, cada una a su albur. El resultado del informe detectaba un ahorro de costes posible de 12,7 millones de euros, y sólo por una gestión coordinada. Como el informe de PricewaterhouseCooper abarcaba 34 de las fundaciones tuteladas, para su totalidad el ahorro de la coordinación era presumiblemente mucho mayor. Como ejemplo, “la mejor coordinación de los procesos y actividades de compras supondría un potencial ahorro entre 1,3 y 1,9 millones de euros”. Había sido una buena decisión del Cardenal.
Control frente al descontrol
El contenido del informe es tan rotundo en sus frases “transparencia de resultados y reporting al Arzobispado limitadas”, como en sus propuestas: Creación de una “Fundación de Gestión de Servicios para el desarrollo de la Misión Pastoral”, adviertan su importancia, no es mejora económica solamente, sino ejercer la Misión Pastoral, esto es la Iglesia, no “la casa de tócame roque”. Con este organismo se pretendía la mejora de la coordinación, un mejor aprovechamiento de los recursos existentes, elevando la calidad del servicio, mejorando los controles internos, transmitiendo mejores prácticas a las fundaciones, y “asegurar que la imagen proyectada por las fundaciones esté alineada con la Archidiócesis
La creación de la nueva Fundación “no supondrá la creación de una estructura compleja y no requerirá elevado coste de inversión o gastos de personal. La fundación asumirá la coordinación de algunas actividades realizadas por algunas fundaciones, así como la realización de otras nuevas para mejorar la coordinación de las actividades de la Misión y asegurar un mayor control interno como la imagen proyectada. Se realizará con recursos existentes, traspasados desde las diferentes fundaciones. En resumen, poner a la gente a trabajar con sentido común, es el siglo XXI, no es la España de las taifas, y es la de la democracia, no la de los chiringuitos.
Algo más que un derecho
El nuevo Delegado Arzobispal de Fundaciones se puso en marcha. Se implanta la realización de auditorías; se inicia un plan de “compliance penal” en todas las fundaciones, se organizan cursos sobre “transparencia y blanqueo de capitales.” Por otra parte se organiza un “plan de trabajo” que se completará con informes a los Consejos Económicos”, a los que se informará de su nivel de ejecución. Se realizan cursos de formación de manera integral para todas las fundaciones, que a su vez se reúnen en un “Encuentro General”. Se prepara el camino para trabajar coordinadamente. Y al mismo tiempo se informa de todas las anomalías que se están detectando, es decir, se informa a los Consejos Económicos y al Cardenal. El paso inmediato era establecer el órgano de coordinación de la gestión, “y entonces”, como decía la canción del Che Guevara, en los años de las guerrillas centro y suramericanas, “llegó el comandante y mandó parar”. Pero no se pararon las malas prácticas, se paró el ejercicio de la verdad. Y recordemos que para un cristiano es algo más que un derecho. Escribió el emérito Ratzinger, un papa sabio, cuando aún era cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “al final del segundo milenio, el cristianismo vive, en el terreno de su expansión original, Europa, una honda crisis que resulta de su pretensión a la verdad”. Continuará.