Se metió en un lío descomunal, algunos colaboradores dimitieron, cesó arbitrariamente a otros, y al nombrar al oscuro sacerdote Belda como investigador canónico y darle el poder en las Fundaciones civiles, no solo en una decisión incongruente y contradictoria de aplicar el derecho canónico cuando hay que aplicar la ley de Fundaciones, sino que el investigador resultó que tenía un currículum tan falseado que fue cesado fulminantemente de la Universidad Católica de Murcia. Alguien pensó que difamando en la prensa a personas de bien, hombres de la Iglesia que habían servido lealmente al Cardenal desempeñando sus puestos con voluntad de resolver los graves problemas de las Fundaciones civiles, se alzaría un telón de ignominia que protegiera al Cardenal, creyendo que estos hombres de honor se conformarían con ver pisoteada su dignidad; tremenda equivocación, todos y cada uno han dicho basta, la justicia es lenta en ocasiones pero la verdad florecerá, tenemos documentos de sobra que justifican las actuaciones emprendidas, por eso lo único que esperamos es que resplandezca la verdad en sede judicial, ya que el Cardenal Osoro no quiere rectificar, eso le evitaría el calvario que le espera y que no deseamos, pero no está por encima de la ley.
Pero un calvario relativo
Así que empezará a comparecer de inmediato, y tendrá que responder preguntas de respuestas incómodas para él, pues hay pruebas de sobra de que sabía y autorizó lo legal y legítimamente actuado, - cosa en todo caso relativa, pues los patronatos decidieron por unanimidad - y que posteriormente firmó actas que recogían falsedades que no responden a la verdad de lo hablado en los patronatos de las Fundaciones. Evítelo, Cardenal, está en su mano, diríamos incluso que es su obligación moral, por la dignidad de su cargo, no verse enfrentado a sus contradicciones. Y estamos siendo suaves en el análisis. Tenga en cuenta que algunos de sus actuales colaboradores y patronos, cuando se vean ante el tribunal y obligados a decir la verdad, lo pueden dejar en evidencia. De todas formas es un calvario relativo, todos tenemos derecho a la justicia y somos iguales ante ella, se nos hace raro ver a un Cardenal sentado en un banquillo explicando una situación clara de acoso, o por qué firmó actas cuyas grabaciones dicen lo contrario.
De inocente a presunto culpable
Nosotros no abandonaremos este asunto. Desde el principio dijimos que el Cardenal Osoro y sus colaboradores más inmediatos eran acusados falsamente por ejercitar sus responsabilidades al frente de las Fundaciones civiles de la Iglesia. Y que el Cardenal había reaccionado con miedo al verse en los “papeles” como parte de una “trama” o “expolio”. Cuando empezamos a publicar documentos y contenidos de los autos judiciales y los tejemanejes vergonzantes de los denunciantes, los medios “nacionales” que habían titulado de manera escandalosa se retiraron del asunto ante tamaña metedura de pata. Aún pensamos que fueron filtraciones parciales e interesadas del sacerdote Javier Belda, pero no tenemos pruebas, alguien filtró informaciones parciales y con eso se construyó un relato de “Cardenal inocente” versus “colaboradores culpables”. Pero no era verdad, todos son inocentes. Alguien trazó la “hoja de ruta” del Cardenal “no lo sabía” “me han engañado”, incluso en lo más álgido de la crisis se atrevió, ante la comunidad de obispos reunidos en conferencia plenaria, sugerir una “trama internacional”, como es lógico esa salida absurda no le dio valor para denunciarla en el juzgado por su evidente presunta falsedad – qué duro es decir que es presuntamente falsa la palabra de un Cardenal, si alguna prueba tuviera tendría que haber acudido aquel mismo día al juzgado. – Ya en manos de Belda no se le ocurrió mejor cosa que despedir al secretario de algunas fundaciones y “compliance officer” y al gerente coordinador de Fundaciones y hacerlo con graves acusaciones y cajas destempladas, firmando actas que no reflejan – y se verá en los correspondientes juicios – ni una correcta constitución de los patronatos ni el nombramiento legal de un nuevo secretario ni lo realmente hablado en las correspondientes sesiones. Pasó de inocente que pretende “echar el muerto” a otros, a presunto culpable de nuevos casos derivados de los anteriores.
Pero hay algo que nos parece absolutamente injustificable
Y es sencillo de explicar, mucho antes de los hechos en proceso el Cardenal recibió una carta personal de uno de sus más fieles colaboradores. Una carta que habla de fe, caridad, y responsabilidad, pensada mientras oraba en la cripta del Santuario de Santa Engracia de Zaragoza y escrita con el corazón. Esa carta, preciosa por lo demás, escrita por un hombre responsable, es entregada de su archivo personal a una Fundación para que la presente en el juzgado como prueba de que no tiene que ir a declarar. Es tal el pánico que siente ante el banquillo, aún de testigo, que no ha dudado en vulnerar no solo la confidencialidad de un cristiano que se dirige a su pastor, sino la entrega a otros para su uso en el juzgado. Es evidente que no tenemos autorización del autor para revelar esa hermosa carta, pero la conducta del Cardenal, sin que le sirva absolutamente de nada, nos causa perplejidad y tristeza: en el camino emprendido no tiene límite moral.