miércoles. 31.05.2023
LA IGLESIA DE LOS POBRES

Anticlericalismo trasnochado contra una Iglesia en acción

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Las nueve casas de acogida del Cottolengo del Padre Ángel dedican sus cuidados a enfermos y discapacitados pobres con la sola ayuda de la Providencia Divina

El pasado enero, el portavoz de Compromís en el Senado, Carles Mulet, reclamaba la expulsión de los sacerdotes católicos de los centros hospitalarios, comparando la religión católica con las sectas y equiparando la asistencia que prestan los sacerdotes con "interferencias mitológicas o mágicas bajo la excusa de un asesoramiento ético, moral o religioso". "Que cada cual se pague sus vicios", remataba. El anticlericalismo trasnochado que enarbolan políticos como el señor Mulet o periodistas como Manuel Viejo, intentando desprestigiar una institución fundamental en el bienestar social, es inadmisible. Con sus mensajes, quieren solapar la ingente labor espiritual y social de la Iglesia española, que atiende las necesidades de millones de personas en un país cuyas políticas sociales han recibido un varapalo de la ONU por su ineficacia en la atención a las personas en riesgo de exclusión social.

En España, el 26,1% de la población y el 29 % de los niños están en riesgo de exclusión social o sufren pobreza extrema, según los informes de Cáritas y el reciente estudio de Naciones Unidas. Una catástrofe y una emergencia social a la que la Iglesia sale al paso con su contribución desinteresada y que merece todos los reconocimientos.

Las cifras hablan por sí mismas: nueve mil centros asistenciales de la Iglesia repartidos por toda España atienden a más de cuatro millones y medio de personas cada año, o lo que es lo mismo, al diez por ciento de la población, lo que convierte a la Institución en un vector social de primer orden a nivel asistencial. Congregaciones, voluntarios, religiosos y laicos, contribuyen de forma desisteresada al bienestar de millones de familias víctimas de la crisis y enquistadas en la pobreza.

Desempleados, Inmigrantes, enfermos y discapacitados, niños y ancianos solos y sin recursos, presidiarios, prostitutas y víctimas de la trata, menores desamparados, drogodependientes y pobres de todas condiciones reciben el apoyo económico, sanitario, educativo, moral y espiritual de esta Iglesia al servicio de los más vulnerables de la sociedad.

La rentabilidad social para el Estado de la Iglesia católica debería llenar los titulares de los medios de comunicación y alabarse en las tribunas de los parlamentos. Por justicia y por verdad.