Hoy queremos homenajear en estas humildes páginas a todos los mayores que perdieron la vida durante la pandemia, quizás prematuramente, y a los 42 ancianos que fallecieron en apenas tres meses en la Residencia de la Santísima Virgen y San Celedonio. Para nosotros no tienen siquiera nombre y apellidos, sí para sus hijos y familiares. Si toda pérdida es irreparable, esta fue especialmente dolorosa.
Caos. Como en todas partes.
Ya en el mes de abril, la residencia de San Celedonio fue intervenida por la Comunidad Autónoma de Madrid junto con otras dieciocho residencias. La prensa de la capital relata “Estamos absolutamente desbordados. No podemos más. Necesitamos que la Unidad Militar de Emergencia (UME) tome el control del centro ya, por favor. La situación está yendo cada vez a peor”, cuenta por teléfono la directora de la residencia, Esther Díaz. “El principal problema que tenemos es que el personal cae enfermo”, contaba a este periódico el pasado jueves el gerente del centro”, eran voces angustiadas ante lo irreparable, “la situación este miércoles es dramática, tenemos a 42 sanitarios en aislamiento, casi la mitad de la plantilla”, dice la directora”, jamás se había vivido en España desde la guerra civil un momento colectivo tan desolador. Al mismo tiempo que directora y gerente luchaban por salvar a los residentes y la plantilla, voces oportunistas se alzaban, como la del capellán Julián Arias, que en declaraciones a Telecinco afirmó que las monjas “se han marchado todas, sin avisar”; afortunadamente fue desmentido por la Fundación Lares, eran dieciocho monjas voluntarias confinadas después de la muerte de una de ellas, todas con más de setenta años y residentes en un pabellón anexo. España vivió un caos en todas partes.
La residencia ya estaba vendida a la Universidad de Nebrija.
Leemos en “EL País” “la Iglesia, que tutela la fundación, vendió los inmensos pabellones residenciales en forma de U y la parroquia de San Jorge, con la que colinda, a la Universidad de Nebrija por 37 millones de euros. Los ancianos deberán abandonar el centro en 2021. Esta operación urbanística se gestó entre junio y julio de 2018, pero se firmó el 8 de noviembre de ese año. El coste total se pagará en cuatro plazos, según las escrituras. “La idea es crear una residencia de estudiantes, un campus y posiblemente hasta una facultad”, dicen fuentes de la Universidad de Nebrija” y se preguntaba el periodista “¿por qué se ha vendido la residencia y la iglesia? Según los miembros del patronato, presidido por el Arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, la enajenación se produjo porque la residencia no estaba adaptada al siglo XXI. La fundación tuvo una reforma de más de 1,5 millones de euros hace dos años”. Lo que no aclararon suficientemente los “miembros del Patronato” es que la venta no la había hecho la Iglesia, sino la Fundación titular de la Residencia del mismo nombre, una Fundación Civil que preside el Arzobispo de Madrid, y se había realizado para disponer de recursos para construir una Residencia moderna y segura, porque la Residencia de la Santísima Virgen y San Celedonio tenía “Resolución de Clausura y Cese Inmediato de la actividad de Residencia de la Tercera Edad, dictada por el Ayuntamiento de Madrid”, nada menos que desde 2015.
La ley está para cumplirse.
Fue el cumplimiento de la Ley en general, y de la Ley de Fundaciones en particular, lo que llevó al anterior Delegado Episcopal de Fundaciones a proponer al Patronato y así fue aceptado, la operación de venta y construcción de una nueva Residencia integrada en el proyecto de la Ciudad de la Misericordia. Cuando accedió al puesto y conoció la Resolución de Clausura, se dio cuenta de que no era una decisión caprichosa del Ayuntamiento, la Residencia estaba funcionando sin licencia. Así la Resolución del Ayuntamiento firmada por Sagrario Gómez, Jefa de Disciplina Urbanística, que se puede leer en este documento era taxativa, “se estarían eludiendo los controles sobre la seguridad, accesibilidad, salubridad o medioambiente, atribuidos a la competencia municipal, con el riesgo que ello puede suponer para los ocupantes de la residencia”. Por ello el Delegado Episcopal propuso al Patronato, como haría igualmente en otras fundaciones que incumplían sus “fines fundacionales”, actuar de inmediato, transformar los activos actuales en otros que generaran valor suficiente para continuar con plenas garantías la labor iniciada y el mandato del fundador Conde del Val, en el ya lejano año 1916.
A los feligreses de San Jorge no les importa nada todo esto
Por ello los feligreses de San Jorge, con Jesús Palomino a la cabeza, pusieron una querella contra el Cardenal Osoro y sus colaboradores inmediatos, quieren su parroquia, que es la capilla de la Residencia por cesión transitoria del Arzobispado, y no les importa nada ni los ancianos de la Residencia ni el estado de la misma, que incumplía las ordenanzas más elementales para vivir en ella con seguridad. Al verse querellado el Cardenal se puso nervioso, buscó apoyo en el sacerdote Javier Belda, un experto en la Inquisición y en la defensa de eclesiásticos acusados de pederastia. De su mano intentó y anunció su voluntad de revertir la venta realizada, a pesar de tener garantizada por la Universidad de Nebrija la continuidad de la parroquia de San Jorge. No quería enfrentarse a una querella a pesar de que todo era legal y obligado por la situación de la Residencia, un viejo edificio que si se adecuara a la normativa disminuiría sensiblemente su número de plazas. Luego vino el desastre del covid19.
Nace el caso Osoro – Belda
El Cardenal dio vía libre al sacerdote murciano; éste inició una serie de actuaciones con su consentimiento que han generado un auténtico caso: dimisiones forzadas, despidos injustificados, supuestos de acoso personal y laboral, decisiones que el Protectorado considera ilegales, demandas cruzadas. En vez de traer con él la paz Belda multiplicó el conflicto, con asuntos tan pintorescos como alguno que comentaremos aquí. Pero nada de eso importa. Ni el supuesto pánico del Cardenal al verse en los periódicos, ni que se apoye en un sacerdote controvertido, ni la reversión de las decisiones legales tomadas por Fundaciones civiles obligadas a defender sus fines fundacionales y a cumplir la Ley de Fundaciones, no actuando al capricho de su presidente, pues por muy Cardenal que sea no está por encima de la Ley; nada de eso nos importa ahora. Sólo la memoria de los ancianos que allí murieron. Y de todas las víctimas de la pandemia. Descansen en paz. Como parte activa de la sociedad sentimos en el alma no haber podido ayudarles.