El asesinato de George Floyd en Estados Unidos y las protestas contra el racismo que se han sucedido en todo el mundo han dado un nuevo aliento al movimiento revisionista, que ha vuelto a poner en su objetivo a varios personajes históricos. Colón, Cervantes, y sobre todo, Fray Junípero Serra, el único español que tiene una estatua en el Capitolio de EEUU, han sido ultrajados con pinturas y el derribo de sus imágenes en América y España.
El Golden Gate Park, un espacio conocido en San Francisco por el gran número de estatuas que alberga, ha sido el último escenario estadounidense de estas infracciones. Los activistas radicales escribieron la palabra "racista" en el busto del escritor Miguel de Cervantes, y derribaron la efigie de San Junípero Serra.
En España, la estatua de Junípero Serra, levantada en la plaza Sant Francesc de Palma de Mallorca, apareció hace unos días con pintadas de «racista» después de que la edil de Justicia Social, Feminismo y Lgtbi+, Sonia Vivas, de Podemos, abogara por retirar «pacíficamente» la estatua del religioso de la ciudad.
Durante su canonización por el Papa Francisco en 2015, fueron ya muchas las voces que desde el indigenismo radical calificaron al mallorquín de genocida y afirmaron que las misiones eran en sí campos de concentración. Su estatua en la ciudad de Los Ángeles amaneció poco después de esa fecha con pintura roja y las palabras «Santo del genocidio».
Tildar de racisca a fray Junípero Serra es especialmente injusto. Este misionero franciscano dedicó toda su vida a la protección y evangelización de los indios de California. "Fray Junípero Serra fue un hombre de su tiempo, un religioso que fundó misiones que representaron islas de cultura y piedad en la California del siglo XVIII y que más tarde se convirtieron en grandes ciudades. Sin duda, culparle a él y a los franciscanos de crueldad es una auténtica barbaridad», señala el sacerdote e historiador vasco, Fernando García de Cortázar.
José Miguel Serra y Ferrer, nacido en el municipio mallorquín de Petra, acometió la fundación de nueve misiones (ocho en California) con el objeto de poblar el norte de esta región, tras la expulsión de los jesuitas en 1767. Con una salud quebradiza y una edad avanzada, Junípero Serra ofició la conversión de 4.646 nativos y sentó las bases de un inmenso éxito en la urbanización hispánica. «Fundar misiones era una tarea en la que se buscaban fines múltiples: evangelizar, poblar, organizar... Para que vivieran “de manera civilizada”, se buscaba que los propios habitantes colaborasen en la construcción de las poblaciones en las que iban a vivir», asegura María Saavedra, autora del libro La forja del Nuevo Mundo.
No obstante, los representantes indígenas califican hoy las misiones de «campos de exterminio» donde sus ancestros eran obligados a vivir en condiciones insalubres. Y, ciertamente, hubo algunos abusos y castigos físicos, pero la población nativa de California se mantuvo en niveles estables durante la presencia española y luego mexicana en este territorio. Pudieron salvaguardar la mayoría de sus costumbres. «Algunos conquistadores intentaron aprovecharse de los indios más desarrollados, pero en el caso de estos indios no pudieron acabar con ninguna cultura porque ni siquiera conocían la agricultura y no se entendían entre ellos. Eran tribus nómadas y recolectoras», expone Enriqueta Vila, perteneciente a la Real Academia de la Historia.
Fue con la fiebre del oro y la llegada de miles de mineros estadounidenses desde el este cuando ocurrió lo que algunos han calificado de «hecatombe» demográfica. «Las misiones lo que hacían era preservar a los indígenas que se fueron extinguiendo con su secularización. El genocidio llegó por el oro», comenta Vila.
Junípero Serra colaboró en la fundación de las ciudades estadounidenses de San Diego (1769) -llamada de esta forma en honor a San Diego de Alcalá San Carlos (1770)-, San Antonio (1771), San Francisco (1776) -que debe su nombre a San Francisco de Asís- y San Buenaventura (1782).
El mallorquín incluso se llegó a ganar la enemistad del gobernador y de muchos de sus compatriotas, más ávidos de codicia, por su excesivo celo a la hora de proteger a los indígenas. Después de un ataque indio a la misión de San Diego, en 1776, consta que el religioso pidió al primer comandante general de las Provincias Internas, Teodoro de Croix, que no se ejerciera la violencia contra los culpables.
Tras su fallecimiento en Monterrey (Alta California), una región a la que había dedicado su salud y sus esfuerzos, no constaba en ninguna parte que Fray Junípero Serra hubiera contribuido a la muerte de ningún ser humano y, sin embargo, sí que las nueve misiones franciscanas que había fundado salvaron a miles del hambre, la marginación y de los colonos más depredadores. Creador de las primeras vías de comunicación y de asentamientos estables en la región de California, su estatua representa tradicionalmente a este estado en el Capitolio de Washington. Un reconocimiento a la importancia de las misiones para vertebrar lo que hoy es un territorio de EEUU y para dar un futuro a los indígenas en un mundo que nunca más sería tan compasivo con ellos.